martes, 1 de marzo de 2011

Una medalla con miedo; un gesto para la Historia

Ganar una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos y tener miedo son dos sensaciones que difícilmente pueden darse al unísono. Se diría que es casi imposible. Pero pasó.

16 de octubre de 1968. Ceremonia de entrega de medallas de los 200 metros lisos. Los atletas estadounidenses Tommie Smith y Jonh Carlos, y el australiano Peter Norman, se dirigen hacia el podio para recoger sus preseas. Las reciben y se disponen a escuchar el himno de los Estados Unidos. Y en las primeras notas... el gesto que cambia sus vidas para siempre. Smith, oro, y Carlos, bronce, inclinan la cabeza y alzan sus puños enfundados en sendos guantes negros hacia el cielo mexicano.
Por su cabezas, en esos momentos, solo pasa un pensamiento. En los vestuarios, momentos antes de la ceremonia, Carlos ya había advertido a su amigo: Tommie, si alguien dispara, ya conoces el sonido. Muévete rápido”. Finalizado 'Barras y Estrellas', el temor aún persistía. Los abucheos del público que se da cita en el Estadio Olímpico de México son numerosos, y entre ellos gritos racistas: “¡Negros, volved a vuestra casa, a África!”.

Para Tommie Smith, aquella no era una sensación nueva: He tenido miedo toda mi vida”, aseguraba en una entrevista al periódico El País en diciembre de 2008, cuando vino a España a recoger el Premio a los Valores Universales concedido por el diario AS.

Séptimo de 12 hermanos, Smith  nació en una granja de Clarksville (Texas, 1944) y desde muy pequeño tuvo que sufrir las burlas de los chicos blancos por la ropa que llevaba. Ser negro suponía ser considerado ciudadano de segunda categoría: “No podíamos andar por la misma acera que los blancos. Tampoco podíamos compartir los servicios públicos. No había igualdad en ningún sentido”, recuerda el velocista en la entrevista.

En el colegio correr se convierte en su única diversión. Y el trabajo en el campo en el mejor método de entrenamiento. Las largas jornadas estivales cultivando los terrenos forjaron su musculatura. Su estatura y demás cualidades físicas hicieron el resto.  En el instituto Smith comienza a tomarse en serio el atletismo, y conciencia de que ese don, que asegura que Dios le había dado, podría servirle para reivindicar los derechos de la comunidad negra.

Gracias a sus triunfos logra una beca para ingresar en la Universidad de San José State. Y allí, coincide con otros grandes atletas como John Carlos, y con del profesor de sociología Harry Edwards. Junto a este docente  y otros deportistas organizan el Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos (OPHR, por sus siglas en inglés), y redactan un manifiesto en el que, además de criticar la admisión de Sudáfrica (país que en los 60 vivía bajo el apartheid) en el Comité Olímpico Internacional, exigían la dimisión de su presidente,  Avery Brundage, al que tachaban de racista. Con la muerte de Martin Luther King, seis meses antes del comienzo de los Juegos Olímpicos, los deportistas en OPHR se plantearon boicotearlos. Sin embargo, la gran mayoría decide acudir y que cada uno organizara su protesta como considerara oportuno.

Fue Denise, la mujer de  Tommie Smith, quien les compró los guantes. Ya había tomado la decisión. Él, lo tenía claro: si conseguía una medalla, realizaría su protesta. Carlos, tras la carrera estaba más preocupado por la reacción del público. Tommie le entregó un guante (John se había dejado los suyos en la Villa Olímpica) y aceptó: durante la interpretación del himno estadounidense realizarían el gesto del 'Black Power'; un gesto inmortalizado por la fotografía de John Dominis, de la revista Life,  y que dio la vuelta al mundo.


Pero no fue el único que se sumó a la protesta. Peter Norman, plata en la carrera de los 200 metros, les quiso apoyar colocándose en el pecho una insignia del OPHR. Smith, no estaba muy convencido, sabía que aquello podía pasarle factura al atleta australiano. “El Proyecto era para todas las personas del mundo, negras o blancas, y yo no quería que nadie tuviera problemas por eso”, relata el velocista estadounidense a El País.

Finalmente el presagio se cumplió. Como John Carlos y Tommie Smith, Norman fue expulsado de la Villa Olímpica. A su llegada a  Australia los medios de comunicación le condenaron por su gesto, al igual que el Comité Olímpico de su país; que, a pesar de lograr una buenas marcas de cara a los JJ.OO. de Munich de 1972, le negó su participación. Para los dos velocistas estadounidenses también comenzó su particular pesadilla: amenazas de muerte, marginación social, y la destrucción de sus familias. Denise pidió el divorcio a su marido, y la mujer de John Carlos, superada por lo que estaba viviendo, se acabó suicidando.

A pesar de ser considerado uno de los mejores atletas del siglo XX, para poder subsistir Tommie  Smith tuvo que dedicarse lavar coches a tres dólares la hora, hasta que un colegio universitario de Santa Mónica le contrató como entrenador. Hoy en día recorre buena parte de su país dando charlas y conferencias sobre aquel gesto que le cambió la vida. Y para recaudar fondos para la puesta en marcha de proyectos relacionados con la juventud y el deporte, el pasado mes de noviembre Smith sacó a subasta las zapatillas y la medalla lograda en aquella final de los 200 metros de México '68. El guante lo perdió en una mudanza.

2 comentarios:

  1. Son muchas las personas que, durante toda su vida, lucharon por el reconocimiento de la igualdad de derechos. Un camino lleno de dificultades. Justo reconocimiento a estos deportistas y un abrazo a alfonso, por recordarnos este pasaje de la historia del deporte que no puede olvidarse con el paso del tiempo.

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  2. Hola Juan!
    Este es sólo uno de los cientos de ejemplos que los periodistas deportivos deberíamos recordar. Son deportistas que son grandes no sólo por sus resultados deportivos, sino por fomentar unos valores universales que también deben de tener su cabida en los medios de comunicación.
    Si quieres realizar cualquier aportación al blog sobre su contenido (http://bit.ly/eWpIdb) será bien recibida. Gracias.

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